Las últimas semanas han estado llenas de pequeños acontecimientos que juntos constituyen aquello que todo el mundo llama “vida”. Del descubrimiento de Meryl Streep cantando las mejores canciones de Abba al “Salon del Vintage”, pasando por los días europeos del patrimonio y por supuesto, por mi primera semana en el gimnasio y culminando con el hecho de haber recibido una carta manuscrita como no recibía desde hace muchos, muchos años.
Vayamos por partes. Las “Journées du Patrimoine” consisten en que durante dos días todos los edificios públicos y privados considerados como patrimonio cultural se abren al público de manera gratuita. Es así como el palacio presidencial, las altas cortes, los ministerios y muchos otros lugares quedan al descubierto.
Yo detesto hacer filas y quien dice “gratis” dice “fila interminable” así es que mis deseos culturales solo alcanzaron para ir a visitar el Palais Royal, sede del Ministerio de Cultura, del Consejo de Estado y del Consejo Constitucional. Después de la dosis de cultura gratuita, nada mejor que terminar el domingo con una pequeña (sobre)dosis de Abba para lo cual lo único que se necesita es imaginar una pequeña isla mediterránea con una altísima concentración de feromonas, añadir las mejores canciones de Abba en la voz de Meryl Streep, secundada por Pierce Brosnan y el resultado es sorprendente: una película kitsh a más no poder y absolutamente deliciosa que cumple con uno de los principales objetivos del cine: divertir, dejando muy claro que el que quiera filosofía que se compre un libro.
Cuando uno va a ver una película como “Mamma Mia”, hay que saber qué es lo que se va a encontrar. Por eso es que antes del comienzo de las películas ponen un anuncio invitando a la gente a que se informe sobre el contenido de la película que están a punto de ver. El anuncio siempre me pareció ridículo aunque debo reconocer que una vez fui a cine a ver una película que se llamaba “Anatomía del Infierno” y que además era protagonizada por Rocco Siffredi. Yo tenía muy claro que aunque la película no estuviera clasificada como triple x, el solo hecho de tener a Rocco como protagonista y “Anatomía del Infierno” como título, era garantía de que la película iba a ser, por así decirlo, “guarra”. Efectivamente, veinte minutos después del inicio de la proyección, la sala estaba completamente vacía. Tal vez todas las personas que abandonaron la sala no sabía quién era Rocco Siffredi y tal vez pensaron que se trataba de una revelación italiana. Conclusión, cuidado con los títulos porque una película que se llame “Mójame toda soy tuya” muy probablemente no tratará la historia de una sirenita domesticada en un estanque y “La Quinceañera y el Caballo” puede resultar traumática para quien espere encontrar una película al estilo de Barbara Streissand.
Volviendo a “Mamma Mia”, debo admitir que hace mucho tiempo no me divertía tanto en cine. Meryl Streep demuestra una vez más que puede hacer lo que le de la gana. Confieso que quedé tarado. Después de cantar Abba durante toda una semana hasta el punto de sorprenderme tarareando “Chiquitita” por los pasillos de la oficina, el fin de semana pasado terminé en el Salón del Vintage. A mi siempre me han gustado los 70s y para demostrarlo, terminé comprando un abrigo de conejo blanco (tal vez todavía estaba bajo los efectos de alguno de los videos de Abba) y una gabardina de cuero. Afortunadamente el salón duró solo dos días porque de seguir así, habría podido cambiar el Audi por el carro de Starsky y Hutch o como mínimo, por el mercedes de Diana Prince.
Después del vintage decidí canalizar mi energía y hoy puedo decir que remplacé la energía que recorría todo mi cuerpo por un dolor que me ha tenido al borde de la invalidez. Todos y cada uno de mis músculos los tengo hechos compota y todo es culpa de Nelson. Con decirles que hasta me duele llevarme el cigarrillo a la boca y ayer estuve a punto de pedir ayuda a mi compañero de oficina para ponerme la chaqueta (desistí por no considerarlo apropiado). Por las noches quisiera poder quitarme los brazos y volvérmelos a poner cuando ya no duelan. Lo único que me motiva es que si sigo juicioso, en seis meses estaré delicioso o posiblemente convertido en un marrano porque desde que empecé a ir al gimnasio como una vaca.
La ola de acontecimientos terminó ayer cuando al llegar a mi casa encontré un sobre en mi buzón que para mi gran sorpresa, no contenía una factura. Era una carta de Milesi, escrita de su puño y letra en agosto de 2008; una hoja que después de dos meses de atravesar el Atlantico a lomo de burra, llegó a mis manos reviviendo la vieja emoción de abrir el sobre y de sentir una proximidad que ningún medio electrónico podrá igualar jamás. Como bien lo escribio Milesi: “Me haces falta Juancito y yo también me cago en Facebook”. Prometo responder de mi puño y letra y con algo de suerte, tal vez mi carta llegue a Buenos Aires antes del fin de año.
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