Tuesday, September 2, 2008

Kong


Miranda Boronat ha venido a verme. Llegó muy tiesa y muy maja, perfectamente embutida en un Yves Saint Laurent y haciendo alarde de una indiferencia tal por el mundo que solo encuentra explicación en su propia ignorancia. Y es que para Miranda la guerra fría fue una lucha entre productores de pieles siberianos y Brigitte Bardot, el Dalai Lama es un Coctel que sirven en algunos bares neoyorquinos y China es tan solo un productor de jarrones enormes y de mal gusto. Sin embargo hay que reconocer el talento que tiene para describir la realidad cotidiana, para desenmascarar las farsas que impone la cortesía y decir todos los horrores posibles con la mejor sonrisa y sin que suene a insulto.

Me dijo Miranda, que conoce al derecho y al revés la vida diurna y nocturna, desde la más chic hasta la más inmunda, que viviendo en Paris era indispensable ir al Kong. Decía Miranda que el Kong es uno de aquellos lugares en los que hay que ir a ver y ser visto. Sin embargo, nunca sentí ganas de ir y cada vez que oía hablar del famoso bar-restaurante, los comentarios en nada estimulaban mi curiosidad hasta el punto de vestirme elegante pero casual y lanzarme a descubrir las maravillas de la “Sine Nobilitas” parisina.

Finalmente, el fin de semana pasado, el novio de una amiga decidió celebrarle el cumpleaños en el Kong y fue la ocasión perfecta para conocer el lugar. Queda en la Rue du Pont Neuf en el quinto y sexto piso sobre la boutique Kenzo. La decoración de Philippe Starck es bastante atractiva para quienes admiramos su obra y soñamos con tener varias de sus piezas en nuestro cotidiano (en mi caso, la colección se limita al un exprimidor de naranjas completamente inútil pero lindo al ojo).

Creo que los elogios terminan acá. El servicio es lento y malo. Pedí unos Spring Rolls que nunca llegaron y un Dry Martini que salió aguado (mis amigos saben que soy bastante exigente con el Martini y después de Pravda, hay pocos que logran convencerme). Los meseros son odiosos. La carta del bar cambia después de las 11 de la noche. Al decir verdad, se reduce a la mitad, al igual que el tamaño de las bebidas. El Cosmopolitan se convierte en un “Cosmo Shot” y los precios aumentan en la proporción inversa. En mi caso, imposible pedir un Dry Martini después de las 11 y todo porque ese es el “concepto” del bar. No me crean tan pendejo!

Conclusión, no todo lo que brilla es oro. Me imagino que el Kong debe su reputación a los grandes nombres que se le asocian y a que aparece en el último capítulo de “Sex and the City”.

Al otro día, temprano en la mañana llamé a Miranda para tratarla de burra.

1 comment:

Lina Céspedes said...

¿Cómo puedes confiar en un personaje que cuando decide volver a beber escoge chinchón? Mirandilla es divertida, pero, recuerda, es tortillera vocacional y eso debería darte más de una pista acerca de sus gustos y afecciones.

Se te quiere anyway, Mirandilla, aunque tu culto al divino baby de Praga no te haya hecho el milagrito.

Imperia