Cuando estaba abajo, muy abajo…
Cuando llevaba menos de dos meses en Paris, viendo que conseguir un trabajo era casi una misión imposible y siguiendo el consejo de mi amigo polaco, a quien por cierto no veo desde que estaba tan abajo, decidí optar por la vía del dinero fácil.
Todas las tardes después de los cursos de francés en la Sorbona, nos sentábamos en las orillas del Sena a ver pasar los botes llenos de turistas mientras compartíamos una caja de jugo de naranja de 40 centavos y una baguette. Hablábamos del futuro, de los sueños que teníamos y tratábamos de encontrar una manera fácil de ganar el dinero suficiente para poder hacerlos realidad.
Yo había llegado a Paris con 5.000 euros que debían alcanzar para pagar la universidad, el arriendo y la comida por lo menos hasta que encontrara un trabajo. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera. Sin embargo, como no hablaba nada de francés, la búsqueda se hacía cada vez más difícil. Por primera vez en mi vida decidí que iba a recortar gastos al máximo. Mis mercados se componían siempre de lo mismo: huevos (había que comer proteína), camembert, pasta, carne molida, leche y pan. Aprendí a sobrevivir gastando solo 20 euros a la semana. El secreto estaba en no comer nunca fuera de casa y en caminar siempre que ello fuera posible. El metro era un lujo que solo empecé a permitirme durante el invierno y en tiempo de lluvia.
Volviendo al polaco, viendo las dificultades que teníamos para conseguir un trabajo, decidimos ofrecernos como “modeles vivants” o “modelos vivos”. Para el efecto, caminamos durante toda una semana dejando papeles con nuestros teléfonos y nuestra descripción en todas las escuelas de arte de la ciudad. A los pocos días recibimos la primera llamada y acordamos una cita con un pintor en el Marais. Antes de la hora convenida decidí que yo nunca sería capaz de empelotarme delante de un pintor. Nunca me sentí especialmente atraído por mi cuerpo por lo que no veía cómo podría estarlo un artista. El polaco me suplicó que lo acompañara a la cita. Acordamos entonces que yo lo único que haría sería acompañarlo durante el trance. Con esto en mente, nos pusimos en camino.
Llegamos con 20 minutos de retraso. La sorpresa fue grande al ver que no se trataba de un pintor sino de una clase de pintura. El estudio, una habitación de unos 50 metros cuadrados, estaba lleno de ansiosos principiantes ávidos de lanzarse en la técnica del desnudo masculino.
La sorpresa fue aún peor cuando vi que el polaco estaba muerto del pánico. Cuando el maestro pregunto quién de nosotros iba a ser el primero en lanzarse al ruedo, no tuve más remedio que avanzar con paso firme y ofrecerme como aperitivo. Me quité la ropa tan naturalmente como me fue posible y mirando a todos y cada uno de los presentes les pregunté qué tipo de pose les gustaría. No puedo negar que estaba muerto de miedo pero como nuestro anuncio decía que éramos profesionales y que teníamos mucha experiencia como modelos vivos, no había otra alternativa que asumir la mentira y llevarla hasta el final.
Finalmente el maestro decidió ponerme en el medio de la sala, la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo y a la derecha, la pierna derecha ligeramente flexionada y el pie ligeramente en punta como quien sube una escalera, la mano izquierda ligeramente posada sobre la nalga y la mano derecha ligeramente apoyada sobre el muslo derecho. En ese momento entendí que el quid del asunto era ante todo la ligereza, la ligereza de ropas (o la total ausencia), la ligereza de escrúpulos y la ligera impresión de estar haciendo el ridículo.
Mientras oía el ruido de los carboncillos en las hojas vírgenes, fijé la mirada en un punto neutro y comencé a respirar lo mas lento que pude. La idea era mantener el equilibrio, mantener la pose, mantener la idea de que esa no era la primera vez que me encontraba en una situación semejante.
Fue en ese momento, empeloto frente a un grupo de desconocidos que se esforzaban por rendirle justicia a mi anatomía, que descubrí que puedo hacer lo que sea en la vida y que nada me queda grande. Yo que siempre fui bastante púdico, ahora me comportaba como una estatua de mármol. En algún momento giré los ojos hacia una de las hojas que poco a poco se iban llenando de mi. Me encantó lo que vi. Lamentablemente, el maestro se apresuró a indicarle al aprendiz que en realidad los músculos que estaba dibujando no hacían parte del modelo sino de su imaginación.
El polaco, mientras tanto, con la esperanza de darse valor, tomaba una copa de vino detrás de otra. Yo, por mi parte, logré olvidarme completamente de quienes me rodeaban. La noche ya había caído sobre Paris, hacía frío y una lluvia incipiente bañaba las calles. No sé cuánto tiempo duró mi pose. Solo sé que estuve parado sin moverme, envuelto por las olas de calor que salían de los radiadores apostados contra las ventanas, perdido en pensamientos que hoy me sería dificil recordar pero que seguramente podrían resumrse en un incrédulo ¿Qué hago aquí? Después de vestirme, regresé al medio e la sala para constatar que el polaco estaba completamente borracho. No hubo más remedio que empelotarlo y acostarlo en unos cojines. Del desnudo masculino, el Maestro se vio obligado a pasar a la técnica de la naturaleza muerta.
Al final, recibimos la miserable suma de 25 euros. Caminamos bajo la lluvia hasta llegar a la Place des Vosges y nos sentamos debajo de uno de los arcos, frente a una galería de arte, a fumarnos un cigarrillo y después otro y uno más, en silencio. No tuvimos que decir nada. Era evidente que esa sería la primera y la última vez que posabamos para un pintor. En ese momento sentí que realmente estaba viviendo en Paris, que no era un turista y tuve la seguridad de que vendrían tiempos mejores. Tardaron, pero vinieron.
3 comments:
You didn't tell us, why? Te hubiera escrito un tango, una milonga o unos versos para que gritaras al Sena, como Cadicamo a Gardel, cuando estaba "anclao en Paris" lleno de nostalgia y sin un centavo. Disculpa la falta de tildes, pero este teclado es gringo.
Estas En lo Correcto.
Por la Plata bailan Todos Los Seres Humanos.
Tu historia es una Más de las Miles que suceden cada día; Sin embargo esta llena de Valentía y Sobre todo Muestra de Personalidad.
Respecto a Tu Amigo el Polaco, Gran decisión la que tomó ya que yo Hubiera hecho lo mismo.
Recuerdas el nombre del pintor? Tome clases en un taller, en Marais, ya que me quedaba cerca y queria por fin, sacarme el clavo de la pintura. Todavia aquí quedan vestigios de lo que hice. Nunca me fue bien con el cuerpo humano en todo caso. En todo caso creo que muestra mucho de tu carácter lo que hiciste.
M.
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